martes, 7 de febrero de 2017

Romance de Trump

Oshidori celebra la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos con un volquete de epítetos.

Una cochambrosa joya,
zafia, cutre y lenguaraz;
casposo calabacín,
cantamañanas, patán;
un zanahorio epidérmico,
un desastre capilar,
racista con mando en plaza
por razón electoral,
un bocazas con corbata
y con visera: un gañán,
cómico sin gracia alguna,
bodoque, bobo, incapaz;
xenófobo de hormigón,
machista, arcaico, amoral;
el vecino inaguantable
que siempre hay en un portal
y el yerno que toda suegra
quisiera desheredar.

El adalid de las trolas 
que ahora llaman posverdad,
un empresaurio con ínfulas,
un hospedero procaz;
primate dictando órdenes
desde el despacho oval,
tuitero con logorrea,
trol regando un albañal;
constructor de un muro digno
de aquel Paleta Agromán,
fanfarrón, memo, jumento,
mamacallos y bausán
con la vergüenza impugnada
y la tez de pedernal.

Un populista de ático
con vistas a Central Park,
el amiguito de Putin,
forúnculo de la OTAN,
piropeador del Brexit,
cromañón occidental,
lerdo en poder de la clave
del maletín nuclear,
el más grande badulaque
que ha pisado el Air Force One,
hortera de los dorados
y villano de manual.

Un neoyorquino paleto,
un guión de House of Cards,
baboso de ligoteo,
cuñao, chulo de bar;
tonto útil de la guerra,
proveedor de Pimperán;
botarate, mameluco,
tarado, vil, barrabás,
armaguedón de la idiocia,
plaga bíblica, big bang,
cataclismo, caos, tsunami,
bochorno, calamidad,
colonoscopia, epidemia,
hecatombe y Donald Trump.




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