domingo, 6 de octubre de 2013

Romance de las basuras

Como los chorros del oro,
iguales que la patena,
brillantes y esplendorosas
cual caballo de carreras;
tan limpias que un concejal
podría, si se lo ordenan,
o bien andarlas descalzo
o bien comer sobre ellas,
y es que la limpieza urbana
ha dicho nuestra alcaldesa
resulta más que aceptable
y no supone un problema,
ni hay cosa más reluciente
en Madrid que sus aceras
como no sean los dientes
de la prócer madrileña.

Colillas, chicles, papeles
o alguna canina mierda
–con perdón, mas excremento
no encajaba en el poema–
son objetos jamás vistos
en estas límpidas tierras,
dice Botella segura,
jurándolo por sus suelas
que si no pisan alfombras
es porque pisan moquetas.

En los parques infantiles
nunca hay botes ni botellas
en el suelo, ni tampoco
rebosan las papeleras;
el reciclaje de vidrios
y de cartones no espera
meses hasta recogerse:
en un pispás se lo llevan;
los cubos de la basura
no parecen escombreras,
y los camiones retiran
con puntualidad inglesa
cada bolsa con residuos
y porquerías domésticas
antes de que se amontonen
cual casteller de Figueras
o antes de que las rompan
y las abran y revuelvan
con denuedo pertinaz
las tropas centroeuropeas,
herederas de esa busca
barojiana, que hace décadas
era ocupación común
por estas tristes veredas.

Ana Botella no ve
a qué viene tanta queja
si parece que Don Limpio
se encarga de la limpieza.
Y aunque creo que doña Ana,
jovial por naturaleza,
procura siempre de ver
la botella medio llena
con estas cosas parece
que se la ha bebido entera.

(Publicado en Tetuán 30 Días)

Compartir: